Mar de ilusiones

Me canso, llega un momento en que me canso de que me rompas las ilusiones. De que hace poco habláramos con entusiasmo y, de pronto, me encuentro con la pared y el silencio. Me duele, al principio me duele el desengaño. Por un momento te etiqueté como una persona que merecía la pena y me doy cuenta que me equivoqué, una vez más. Sin embargo, quiero agradecerte, quiero agradecerte que por un breve instante me ilusionaras, pues que triste es la vida del humano sin el valor de la esperanza. Quiero agradecerte, también, que el desengaño llegara pronto y que no me lo hicieras cuando realmente me importases.

Aun así, puedes llamarme iluso. Iluso por sorprenderme de las prisas y la superficialidad que abundan detrás de las pantallas, de que los prejuicios sean los dominantes y no te des tiempo a conocer a la persona detrás de la primera imagen. Grande es la cobardía. Pero yo no le echo la culpa a la tecnología, sino a una sociedad que nos premia por despreciar al diferente, por protegernos en nuestra burbuja y no abrir nuestra mente a nuevos horizontes.

Seré iluso, pero mi barco no se hunde tan fácilmente. Achicaré el agua y seguiré explorando el mar en el que hay tantos tesoros por descubrir.