Curioso mundo es el Internet. Un lugar donde puede cambiar tus ropas para un día parecer un rey y al siguiente un mendigo. Navego con pericia en las bravas aguas de este mar digital, surcando a gran velocidad la corriente de información. Arribo en esta isla, por fin, ansioso por encontrar nuevos miembros para mi tripulación.
La empresa, a priori fácil, se ve entorpecida por una densa niebla. La niebla está formada por el miedo, el miedo a dejarse conocer por gente que habita una red en la que potencialmente es más fácil encontrar con personas que no están muy bien de la quilla.
Con obstinado ímpetu atravieso la niebla encontrándome, con demasiada asiduidad, cofres vacíos. Muchos se niegan a abrirse por miedo a limitarse al definirse. Otros cofres temen que algún pirata intente meter su palo mayor en su ojo de buey.
Y aun así, en medio de la niebla, algún rayo de sol consigue abrirse paso, la paloma vuela trayendo esperanza y yo, con gran regocijo, ya navego desde hace un año con maravillosos compañeros y marineros.
Cantando al viento me hallo, quizás suplicando al viento, que nuestra travesía se alargue y todos, con suerte, nos mantengamos en el mismo barco.
Alejandro Goodman