Un ángel agoniza al abrigo de sus alas.
No llorarán su muerte.
Se extingue, no volará más.
Su brillo se apaga, sin hacer ruido.
Nadie se verá reflejado en sus ojos, ni volverá a ver su luz.
El olvido es su hogar ahora.
Conozco bien esa sensación. A veces hay que hacer un pequeño esfuerzo para abrirse al amor, que siempre entra sin llamar. Y en mi experiencia, es mejor recibirlo con una sonrisa de esperanza. Como decía Goytisolo, más o menos, "no te apartes a la vereda del camino, porque a pesar de los pesares, tendrás amor, tendrás amigos". Mucho ánimo Enola.