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Supo que quizás ese era el lugar que buscaba, esa ciudad donde
comenzaría una vida nueva, con la ilusión de una adolescente y la
serenidad de una mujer madura. Ese era el lugar, esa era la ciudad, ese era su
sitio. Allí encontraría la paz que necesitaba, esa paz donde la
haría olvidar su pasado y solo disfrutaría de su presente. Esa
casita al lado del mar, donde desde su cama escucharía el sonido de las
olas, donde vería el amanecer, donde la gente de allí era genta amable,
empática, donde no había envidias, arrogancias, prepotencias, donde todos
se veían iguales. Ese jardín donde podría tomar sus
cafés viendo como como empezaba un nuevo día, donde escucharía a los
pajaritos despertar, el pueblo amanecer.
Ese era su sitio.
Ese era su sitio. En medio de la nada más absoluta, sin ojos inquisidores, sin palabras como dardos, sin manos como cadenas, sin pensamientos agazapados, sin contaminación mental, sin sonrisas que se borran cuando te das la vuelta... Sin nada de lo que había sido su vida. Allí, en medio de aquel vacío, Ula descargaría a toda su energía limpia, sacudida de lastre innecesario, deshaciéndose en moléculas qué crecerían para convertirse en seres blancos.
25/02/2022Lo que estaba por llegar era un personaje, de esos que recaban información espontanea y que luego dan lugar a la lucha de poderes, y luego, cuando cruentamente la lucha se vuelve clase y, cuando acto seguido, la clase se vuelve beligerante, los espacios se acotan y el mundo se vuelve infinitamente pequeño y el pequeño se siente un gran hombre.
En esas claves respondía yo a atardeceres tibios, de esos que nintiendes y nitenteras -a los que el sabio catalogaba como atardeceres ni fu, ni fa- y que resoplaban por las ventanas abiertas exabruptos llenos de aire viciado al mundo. El mundo los respiraba ignorante de sus propios anhelos. Eso daba paso a que muchos con las lágrimas encendidas se refugiaran donde buenamente podían.
Yo con el corazón encogido me asomaba a la ventana mirando la piedra al otro lado del cristal, única defensa que yo podía confrontar a tanta locura y que consistía en ablandar sus corazones... No se me ocurrió nada mejor que ir a la estantería y arrojarles a la cabeza "La piedra en la ventana", con la única esperanza de volverlos un poco más sensibles.
25/02/2022Entonados a dos voces lograron parar el tiempo, convirtieron el vendaval en suspiro, la tormenta en susurro, la lluvia torrencial en gotas de caricias, el fuego aniquilador en amables brasas. Sus dos voces se unieron entonces en el delirio del esplendor, y ya todo fue calma.
28/02/2022Mientras converso con Soledad —mi única y etérea compañía—
recuerdo lo que un día fui, hace mucho tiempo, antes de que ellos —los sabios,
los infalibles, los perdonavidas— me desterrasen, condenándome a permanecer
aislado en este remoto islote, en el cual carezco de casi todo, aunque no del
bien más preciado: la libertad.
Mi vida fue un torbellino. Saciado de placeres, colmado de
abundancia, rebosante de amor, desperté envidias que resultaron mortales.
Todavía dudo qué es más cierto: si, que los envidiosos dominan el mundo, o que los
que dominan el mundo son unos envidiosos.
Y, en las frías noches del invierno austral, sólo el
recuerdo de tu cuerpo junto al mío en lo que un día fue nuestro tálamo, de tu
boca en mi boca derramando miel y de aquellas promesas que nos hicimos en
interminables noches de lujuria, me mantiene en pie.
Y, como una foto fija en mi mente, sólo pienso en el día en
que nuestros cuerpos vuelvan a fundirse en ese abrazo eterno del que ya nunca
querré volver.
Y tú...¿qué te cuentas? Le pregunta él, después de mirarse a los ojos, de sonreirse, mientras inician la velada. ¿Paseo o café? Parece que va a seguir lloviendo.
Llevan hablando días, después de contactar en aquella aplicación.
Piensa que ha vivido ya este momento del primer encuentro, cada vez con esa ilusión, con ese pellizco en el estómago.
Como siempre, cuenta la verdad y estará muy atenta a todas las señales.
Otra vez la oportunidad. Puede que esta vez sea la persona adecuada...sería fabuloso.
Parece tan simple, pero no lo es.
Ya estás en Marte… o en Júpiter, cuando imágenes tan bellas
llegan a tu mente sin ningún esfuerzo, incluso durmiendo.
Como esta mañana, sin ir más lejos. Yo dormía plácidamente
—con ese sueño tranquilo y reparador con que Morfeo nos obsequia a las personas
de corazón blanco— cuando, de pronto, me desperté.
Y, las últimas imágenes de mi sueño, aún estaban frescas en
mi mente. Estábamos en la cama, en una postura insólita: tú encima de mí, de
espaldas, desnuda. Y yo te acariciaba lentamente, recorriendo incansable tu
cuerpo, una y otra vez.
Cuando abrí los ojos, todavía podía oler tu perfume. Y, en
mis manos —ahora yermas—, aún estaba impreso el delicado tacto de tu piel.
Hacia tu cuerpo, vida mía, camina mi desdicha. Roto, desarmado, dolorido, desubicado, descabezado, vacío sin tu piel, recorro el sendero que me precipita a otros abrazos intentando reencontrar el tuyo. Pero no encuentro tu olor, ni la tibieza de tus huecos, ni el desvarío de tu cama. Intentando borrar las huellas de tu boca, de tus dedos, de tus miradas, me hundo en falsos placeres que me devuelven nuevamente al vértigo tus caderas, y no puedo hacer otra cosa, vida mía, que volver a imaginarte.
- No puedo hacer otra cosa que volver a imaginarte- .Me decía, mentalmente, mientras caminaba por los pasillos de aquel lóbrego edificio cuya luz fue extinta por el pasar de los años, -y mis años se vendieron en el mismo pack- me repetía con sonrisa agria mientras hacía una ronda más por aquel orfanato, asegurando, si se puede hacer tal cosa, una tranquila noche a los pequeños desheredados. De repente, una tímida mano rozó la mía y volviéndome, vi a uno de esos pequeños, despierto, cuyos ojos apagados eran más profundos que la oscuridad envolvente, comprendí que me quería decir algo y conuna voz tímida y anhelante depositó su mensaje en mi -Cuando estés fuera, decidle a alguien, a quién sea, que estoy aquí...-
05/03/2022Cuando estés fuera, decidle a alguien, a quién sea, que estoy aquí...-
Pero al salir del recinto se le olvidó, su mente se llenó de luces, colores y brillantes. Todo el exterior estaba inundado de voces y griteríos en torno al mercado de abastos, el olor de las comunas y los despachos de pan hicieron el resto.
El discurrir del gentío, el olor a comida recién hecha y los barcos llegando a sus estaciones dejaron el ambiente dispuesto a dejar olvidada a aquella persona encerrada
05/03/2022 Aquella
persona encerrada en su mundo, encerrada en unos recuerdos traumáticos,
encerrada en el por qué? En los porqués?
Aquella
persona encerrada sin saber cómo salir, hundida en un mundo que no
creía ser justo, encerrada en una vida dura y el por qué? y los
porqués ? no salían de su cabeza , sin ser consciente de que esas
preguntas jamás tendrían respuestas, sin ser consciente que era la
vida que la había tocado vivir , sin más preguntas , sin más respuestas.
Pero.... como sería capaz de seguir viva, como sería capaz de no tener en mente
el querer desaparecer, día tras día era una lucha para ella, sería
capaz de quitarse esas ideas? o quizá no las quería quitar , porque
de esa manera no quería seguir viviendo.
—Muy alto. El más alto que
tenga. No me importa pagar un poco más, si lo vale —dijo
Héctor, con seguridad.
—En ese caso, lo que a usted
le conviene es el ático. Ocupa toda la cuarta planta —respondió
Calleja—. Es bastante más caro, pero
si no le importa el precio… Además, desde él, tendrá una espectacular vista del
puerto.
Alberto Calleja ejercía como admin.istrador del
edificio desde hacía años —muchos
años ya— y se ocupaba de todo: de arrendar
las viviendas, de cobrar los alquileres, del mantenimiento y, en general, de
cualquier problema que pudiera presentarse.
Un mes más tarde, Héctor ya había ubicado a
sus vecinos y había sacado sus propias conclusiones sobre ellos. Al menos, en
lo referente a los de la planta de abajo.
El vecino del Tercero Derecha era un payaso
con cara triste, que —con su
estrafalario aspecto— provocaba
más risas fuera del escenario que en él.
—Y con razón —pensaba Héctor—. Es
un pobre hombre.
En la izquierda, vivía una frágil muchacha,
que de vez en cuando aparecía con un ojo morado o algún otro signo de
violencia. Aunque ella aseguraba que era actriz, en el vecindario se rumoreaba
que ejercía la prostitución, algo a lo que Héctor daba bastante crédito.
Pero, era el vecino del Tercero Centro quién le
parecía más inquietante de los tres. Era un taxista de aspecto aparentemente
inofensivo. Pero a Héctor —un verdadero
experto en psicología humana— no le
convencía nada aquella fachada. Él pensaba que el tipo tenía una mirada
peligrosa y que, llegado el caso, sería capaz de todo.
—Viva el cuatro de julio! —gritó una muchacha desde un lujoso cadillac
descapotable, mientras enarbolaba la bandera de los Estados Unidos de América.
Nos pusimos detrás de él justo en la Plaza de
Cibeles. Héctor —que era quien
conducía nuestro coche— parecía
disfrutar con el llamativo espectáculo y, pese a que circulaba bastante
despacio, no hizo ningún intento de adelantarlo. Y, así seguimos, a su rebufo,
hasta Plaza Castilla, cuando el cadillac entró en el parking de un hotel
situado junto a las Torres Kío.
En el trayecto, tuvimos una interesante
conversación.
—Hay que ver lo que les gusta
llamar la atención a estos americanos —dijo
Héctor, sin dejar de sonreír.
—¡Pufff! Son unos fantasmas y
unos creídos —dijo Sonia desde el asiento
trasero, visiblemente fastidiada—.
Mira como alardean de ser ciudadanos de un país superior.
—No seáis crueles. Quizá sólo
es que les gusta recordar el día de su independencia —intervine
yo, intentando poner un poco de paz.
—No sé por qué pensarán que
son superiores a nosotros, si no tienen ni nuestro arte ni nuestra historia —contestó Héctor, obviando mi observación.
—Pues sí —le apoyó Sonia—.
Al fin y al cabo, ¿qué obras destacadas tiene esta gente? Ya les gustaría haber
escrito El Quijote.
—¿El Quijote? —dije yo en tono sarcástico—. Lo que los corroe de envidia es no tener
nada comparable a la Gramática de Nebrija.
La inocencia era la principal seña de
identidad de Lucía. Aunque no necesariamente su mejor virtud. Su nombre, desde
luego, no podía ser más adecuado; como una luciérnaga, brillaba con luz propia.
Su belleza, su ingenio, su bondad, resplandecían en medio de la gris
mediocridad de la gente común.
Sin embargo, tenía un gran defecto: no sabía
dosificarse, sobre todo en asuntos de amores. Lucía era todo corazón y, en cada
nueva relación que emprendía, se entregaba sin límites, acallando en sus parejas
hasta la más mínima sombra de duda, esa duda tan necesaria como el oxigeno para
que la llama del deseo continúe ardiendo.
Y es que Lucía, en su inocencia, no se daba
cuenta de que lo que todo el mundo anhela es, precisamente, lo que no puede
tener o le resulta difícil conseguir. Un error que el transcurso del tiempo, por
sí solo, no logró enmendar.
Y, en su simpleza, se preguntaba por qué los
hombres siempre —pese a sus buenos comienzos— la acababan rechazando y partían en busca de
nuevas conquistas, dejando en ella tan solo un rastro de dolor, como
polvorientas crisálidas de estrellas.