Un adios y nunca más en este último julio

Por cuatro semanas, una luna y varios soles, estuve aquí.

Abrí mi corazón a encontrar un amor, una amistad, algo que me hiciera vibrar con la lejanía de años de juventud.

La esperanza siempre era grande, al tener como compañera permanente de viajes, caminos y diálogos de tren a esa,

si esa misma que tu conoces... la soledad.

Al estar aquí me abrí sin rodeos a lo que soy y de donde vengo, Colombiano, ingeniero, periodista, viajero, y persona de mundo.

La nacionalidad a muchas por no decir todas asustó, pues da pesar sentir que los estereotipos existen en tantas que aquí van buscando

eso que llaman amor con nacionalidad, presencia y por qué no un yate que las saque por el Mediterráneo, lo siento ese no soy yo ni lo fuí.

Pocas personas me hablaron, y algunas por nacionalidad, algo de gordura y mi forma de ver sencilla la vida me ignoraron con silencios de vuelta en el inicio de conversaciones, a todas ellas digo gracias.

Gracias por seguir ustedes en esas barreras de las que nunca saldrán y comprenderán el actuar de otros, que pudieron ser sol, y alimento de compañía, y gracias les digo por que me reafirman a tomar decisiones que marcan el fin de estos días.

Siempre quise un gran amor, una complice, una amiga de risas, locuras, cervezas, silencios, alegrías, nostalgias y caminos en arcilla, prado o en gravilla.

pero, ese mismo pero no la encontre. Y con 48 años que parecen pocos a la luz de esta sociedad parecen muchos y tienden a ignorarte al escaparate del olvido, tomo este último mes de vida como el de una despedida sin ruidos, ni honores, escribiendo en los parques, meditando en las noches, y en silencio recorriendo hoy lugares que fueron de caminar entre lluvias y las permanentes soledades.

Ser sensible lleva a escribir, y seguir latiendo, pero no más aquí, ya la decisión percibe otras realidades.

Adios vidas, adios que es el momento de partir, lo hice todo, siempre por la esencia del bien, sin hacer el mal y amar lo poco que se me permitió en la vida dicen que puedes tenerlo todo pero a la hora de vivir es una falacia con la cual convives y tratas de revertir ese advenimiento.

De tantos momentos me llevo los viajes, los países conocidos, a desconocidos que sin ver mi cuerpo y escudriñando en mi alma me dieron un buenos días y alguna conversación, comidas que alimentaron al cuerpo físico y las lluvias que siempre al mojar la tierra salpicaron gotas de efímeras alegrías a mis pies.

Este es mi adios, no hay más amor que el que uno pueda dar de sí mismo y si no se comparte se tiene pero no se vibra en una sociedad de números pares, me canse de ser impar en Colombia, Croacía, Chipre, España o a donde fuera...

Suficientes palabras, para decir que esto fue y así a mi modo lo he contado.

Gustavo