Estás en el partido de la vida, con alguna buena jugada, sin grandes jugadores que destaquen, pero es el partido de tu equipo por lo que siempre lo ves con otros ojos. Y llega un momento en el que te sacan tarjeta roja y te vas directamente al vestuario. Los siguientes partidos juegas con otros equipos y todo te parece raro, no terminas de encajar, tienes poco que ofrecer como jugador y caes en el error de pensar que con el tiempo te amoldarás a los demás jugadores pero cada partido estas más y más cansado, te sustituyen cada vez antes y vas al banquillo. Hasta que llega un día en el que te das cuenta de que no tienes ni las ganas ni las fuerzas para intentar jugar otro partido, que tu sitio ya está en el banquillo. Empiezas a sentirte a gusto con la comodidad de no tener que jugar, ni correr ni entrenar. Tu vida como jugador ha terminado sin haber jugado el gran partido de tu vida, sólo te queda aceptarlo.