Ojos que un día os posasteis en mi mirada.
Sed las ventanas del alma que os llevan en la cara.
Y dejadme conocer cuáles son vuestras perseidas truncadas.
Y leer la hoja de ruta de nuevo imaginada.
Y escuchar los amores que os convirtieron en estanques de agua salada.
Tejed el hilo de seda de la crisálida en vuestro corazón instalada.