El tiempo es el placebo de esos madrileños que se exculpan de su miserable vida.
Al levantarme, programo la cuenta atrás a 16 horas. Hoy tengo dieciséis intentos para huir, quince tentativas de enagenación mental, catorce ensayos de aparentar sociabilidad, trece suspiros y doce alivios, once mil pestañeos y diez segundos en blanco. Nueve miradas a la ventana, observando la sierra nevada. Ochocientas setenta mil teclas pulsadas y sólo seis problemas. Cinco veces te miras al espejo, cuatro de reojo. Tres implacables pares de ojos me vigilan y sólo dos son color bronce preciosos.
y un sólo plan de suicidio.
Y al día siguiente, sigo teniendo 16 intentos.